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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

4 de enero de 2019

REVISIONISMO HISTÓRICO EN ARGENTINA ¿QUÉ ES?. DEBATE SOBRE REVISONISMO HISTORICO.

Juan Manuel de Rosas hacia 1850
REVISIONISMO HISTÓRICO EN ARGENTINA 
Señalemos de paso que el revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se extienda más, hacia atrás y hacia adelante.
Su pivote ha sido la discusión de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. 
El Revisionismo histórico en la Argentina es una corriente historiográfica orientada a modificar la visión de la historia, enfrentando la tradicional que predominó en ese país desde mediados del siglo XIX. En particular, se ha orientado a defender la figura de los caudillos federales, considerados como símbolos de atraso político y cultural, de Juan Manuel de Rosas y a los conquistadores y colonizadores españoles, a los cuales el liberalismo del siglo XIX había condenado como suma de todos los males.
Expliquemos que no podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de la historia hubo de hacérsela como pivote a la inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, sino que se trata de entender lo que significó Rosas, como nada podrá entenderse de esta contemporánea si no sabemos, nos guste o no nos guste, qué significó Perón. Pero el ciclo de Rosas se cierra con la aniquilación total de la época que lo precede, con la abolición de la Argentina fundadora que ese ciclo expresa hasta en sus deformaciones, hijas éstas de la desesperada con la que intentó sobrevivir.

En cambio, en el caso reciente, le ha sido imposible a la oligarquía liberal y a los intereses extranjeros que representa, la abolición del proceso en marcha, nuevas condiciones históricas no le han permitido ir más allá que la toma de posesión de los recursos del poder, y el triunfo del revisionismo en el campo del pensamiento histórico no es nada más que uno de los aspectos de la permanencia definitiva de la Nueva Argentina, asentada en la Nación y el pueblo. 
Sálvese el revisionismo del peligro de que, buscando las raíces lejanas del país se prescinda de las más inmediatas, este peligro no acecha desde luego a los investigadores cuyos hábitos intelectuales los ponen a cubierto, pero sí a los divulgadores en el campo político social y los prosélitos.

Peligro de subestimar el pasado posterior a Caseros y más cercano a nosotros, estableciendo soluciones de continuidad, como lo hizo la historia falsificada. Si la revisión histórica nos ha llevado a comprobar que la Argentina fundadora fue abolida, no podemos practicar el mismo método con la que la siguió, mala o buena, pero de la cual ésta es continuación directa, la realidad de un largo momento decisivo en nuestra formación.

Todo es historia, hasta lo de estos días. Digamos con Georg Winter
  • "La historia es la política del pasado y la política la historia del presente".
Evitemos posturas melancólicas y sueños de restauración vinculados a concepciones estéticas pero no a la vida; y la mejor guía para esa tarea es abrir la palestra a la polémica y hacer circular la vida por el debate. Y sobre todo ver el presente, vuelvo a aquello que dije al principio citando a Bloch
"El pasado solo puede comprenderse por el presente, a la manera de Pirenne que quería conocer el Ayuntamiento nuevo antes que los edificios vetustos". Por lo menos en cuanto se vincula con la política que es acción militante, aunque la realidad conturbada no sea el ambiente más propicio al investigador. Pero lo es para el exégeta que ausculta el pulso constructor de la vida.

Si la comprensión de don Juan Manuel de Rosas camina ahora por las anchas perspectivas del pueblo es en gran medida, porque algunos trazaron este andarivel; es también porque la historia creó esta realidad social y cultural de hoy que la hace comprensiva. Esta realidad levantó la pesada lápida que guarda los restos de Rosas, allá en la lejana y nebulosa Inglaterra, donde espera la caricia blanda del suelo pampeano que le dará con las flores rojas del eucalipto importado, su nueva guardia de colorados. Ya no será de talas y espinillos, pero se nutrid de la misma sustancia telúrica.

El revisionismo histórico al restaurar a don Juan Manuel en su verdadera dimensión y significado debe de darnos su imagen humana, es decir histórica, ni el diablo del tabú oficial, ni el santo de un nuevo tabú. Nada de mármol recompuesto ni de yeso dorado. El hombre en su momento histórico, en sus aciertos y en sus errores, en sus grandezas y pequeñeces, y en lo que representó en la composición de fuerzas que a través de él expresaron un momento argentino con una política nacional: contradicciones conciliadas en la coincidencia de ese interés supremo. Si le ha sobrado dimensión para sobreponerse a la injuria destructiva le ha de bastar para el análisis constructivo.
(1959)
Fuentes
- Chavez, Fermín. La vuelta de Don Juan Manuel
- Jautetche, Arturo Martín.(*)
(*) Arturo Martín Jauretche (1901 1974). Bonaerense. Abogado, pensador y uno de los principales mentores de FORJA. Autor, entre otros libros, de Los profetas del odio, Ejército y política, Política nacional y revisionismo histórico, Manual de zonceras argentinas y Mano a mano entre nosotros, además de su poema gauchipolítico de 1934 prologado por J. L. Borges El paso de los Libres.
Juan Manuel de Rosas 
El Revisionismo histórico en la Argentina es una corriente historiográfica orientada a modificar la visión de la historia, enfrentando la tradicional que predominó en ese país desde mediados del siglo XIX. En particular, se ha orientado a defender la figura de los caudillos federales, considerados como símbolos de atraso político y cultural, de Juan Manuel de Rosas y a los conquistadores y colonizadores españoles, a los cuales el liberalismo del siglo XIX había condenado como suma de todos los males.
Índice

Hasta la batalla de Caseros, en 1852, no hubo historiografía propiamente dicha en la Argentina. Había memorias, anecdotarios, esbozos históricos. Se explica fácilmente: el país se estaba construyendo y no había tiempo para hacer historiografía. Pero después de Caseros, y sobre todo de la batalla de Pavón, de 1861, se inició la historiografía nacional.
Los triunfadores de Caseros y Pavón, que habían llevado su modelo político, social y económico a dominar el país, se sentían obligados a justificar su lucha contra Rosas y la organización institucional del país sobre moldes liberales. En esa dirección se orientaron los primeros historiadores argentinos.
Los iniciadores fueron Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre. Su actuación fue posteriormente muy criticada por los revisionistas como un modelo de falta de objetividad y por justificar sus propias actuaciones —en el caso de Mitre— y la de sus compañeros de actividad política. Pero tuvieron un indudable mérito por haber abierto el camino con tenacidad y cierta calidad literaria. Para ellos, la colonización española, los caudillos federales y Rosas fueron el modelo a no imitar, el pasado que había que dejar atrás por completo, las referencias negativas universales.
La historia escrita en ese período fue orientada a explicar la ruta seguida hasta Caseros y Pavón. Durante el gobierno de Mitre aparecieron cronistas, políticos e intelectuales que escribieron artículos históricos en contra suyo en el periodismo, como Juan Bautista Alberdi, José Hernández, Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano, Olegario Víctor Andrade y Miguel Navarro Viola. Parte de esas producciones se leen hoy como historiografía revisionista, pero en ese entonces, sus autores estaban haciendo política, no historiografía.1
Durante las décadas siguientes, por lo menos hasta principios del siglo XX, la historiografía siguió a los dos maestros, López y Mitre. Entre sus seguidores se contó uno de los más encarnizados antirrosistas y antifederales, Antonio Zinny, que publicó alrededor de 1880 su Historia de los gobernadores de las provincias argentinas. Esta obra nada tiene de revisionista, pero resulta enormemente útil a los historiadores de esa tendencia para demostrar sus tesis sobre la supuesta falsedad de muchos de los artículos de fe de la historiografía clásica, liberal o académica respecto a las provincias.

2. Adolfo Saldías
La primera voz disonante fue la de Adolfo Saldías, un abogado liberal, admirador de Mitre y que, justamente por ello, quiso ser su continuador. Por eso comenzó a estudiar con cuidado la historia de 1824 en adelante.2
Su curiosidad y su lealtad intelectual lo llevaron a descubrir documentos hasta entonces ocultos u olvidados. Se trasladó a Londres, donde pudo leer los archivos de Rosas, cedidos por su hija Manuelita. En 1881 publicó su primera versión de lo que en 1888 se convertiría en su obra maestra, Historia de la Confederación Argentina. Estaba dedicado a Mitre, a quien envió una copia para que lo juzgara. Mitre le respondió lapidariamente, condenando el trabajo, sus conclusiones y a su autor. Y la prensa ocultó el libro a conciencia, limitando enormemente su publicación. Como autor, fue prácticamente condenado a la muerte civil, ya que no fue comentado en la prensa, ni siquiera para condenarlo.2
La obra de Saldías no era la apología de Rosas; era un trabajo honesto de un liberal, que lo había desarrollado con criterio liberal, y condenando muchos aspectos del gobierno de Rosas, pero no todos. Rescató su gobierno fuerte, y sobre todo, la defensa de la soberanía nacional durante el período de los bloqueos franceses e ingleses (1838-1850).2
El libro de Saldías y su condena por Mitre fueron señalados como el momento fundacional del revisionismo histórico argentino.2
Por esa misma época, apareció la Historia diplomática latinoamericana, de Vicente G. Quesada, en la que por primera vez se denunciaba la política imperialista de Brasil, el gran aliado de los unitarios. Pero no era, en realidad, un libro revisionista.

3. Después de Saldías
En 1890, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos D'Amico, publicó Buenos Aires, sus hombres, su política, en que atacaba particularmente a Mitre, dejando casi en ridículo la figura de quien ya era considerado un prócer en vida.
En 1898, Ernesto Quesada, hijo de Vicente, de niño visitante a la casa de Rosas en Southampton y más tarde yerno del general Ángel Pacheco, publicó La época de Rosas, a lo que agregó más tarde cuatro tomos sobre la guerra civil de 1840. Quesada, hombre respetado por su cultura y su poder económico y social, pudo ver cómo su obra fue alejada del público por la política de los grandes diarios de no difundirla, ni siquiera para denostarla.
En 1906 apareció Juan Facundo Quiroga, de David Peña, versión en libro de una serie de conferencias publicadas tres años antes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue la primera reivindicación del caudillo riojano, hasta entonces símbolo de barbarie, atraso y crueldad.3
Años más tarde, Peña defendió a su antiguo amigo Juan Bautista Alberdi de los ataques de los liberales (ante el deseo de imponerle su nombre a una calle) por parte de los mitristas.nota 1​ En esa defensa, Peña redescubrió al Alberdi olvidado, al posterior a las Bases, opositor a Mitre y a sus aliados. Su obra fue reeditada en 1965 como Alberdi, los mitristas y la guerra de la Triple Alianza.
En 1912 apareció un libro puramente liberal, pero que inició una visión distinta de la historia política: el Estudio sobre las guerras civiles argentinas, de Juan Álvarez. Es que la historiografía liberal había estado dominada por la idea positivista de que cada uno de los actores del drama histórico se manejaba sólo por razones intelectuales (aunque a veces pelearan por el principio abstracto de la libertad), nunca por razones emocionales, ni mucho menos económicas. En cambio, Álvarez demostró que las guerras civiles fueron casi exclusivamente causadas por razones económicas.
La justificación y revalorización de Rosas se iniciaron algo más tarde, en 1922, con Juan Manuel de Rosas. Su historia, su vida, su drama, de Carlos Ibarguren. Este libro tuvo una trascendencia histórica notable, y no pudo ser silenciado; sus adversarios debieron criticarlo y discutirlo, lo cual aseguró su difusión.
Menos importante, pero ya decididamente reivindicatorio fue el libro Juan Manuel de Rosas. Su reivindicación. Acababa de nacer el rosismo historiográfico, pero todavía no se identificaba con el nacionalismo político y económico.

4. Dardo Corvalán Mendilaharsu
Dardo Corvalán Mendilaharsu (1888-1959), abogado, enrolado en la Unión Cívica Radical, amigo y funcionario de Hipólito Yrigoyen, comenzó a publicar artículos en revistas a partir de la década de 1910 en las que muestra una actitud crítica respecto de la obra de historiadores que, como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, predominaban en el estudio de la disciplina de la época a través de sus obras. Si bien se manifestaba contrario a que las pasiones embanderadas de protagonistas y descendientes enturbiasen el análisis crítico, lo cierto es que en sus trabajos se muestra enrolado en una línea de culto de sus ascendientes: el general Manuel Corvalán, primer edecán de Juan Manuel de Rosas era su bisabuelo y Vicente Corvalán, comisario general de contaduría del ejército en operaciones de Manuel Oribe fue su abuelo. En esos trabajos, en los que la base documental es casi exclusivamente la proveniente del archivo familiar de su abuelo, sigue una línea favorable no solamente a los citados antepasados sino también a amigos de ellos que habrían sido calumniados por los antirrosistas, como el coronel Granada y el fusilado coronel Costa. Varios de sus trabajos realizados en la década de 1920 fueron publicados reunidos en dos libros, Sombra histórica (1923) y Rosas (1929), y culminan casi invariablemente, en la justificación, exculpación o reivindicación de Rosas y de su época. Como excepción uno de los ensayos vindica a Juan Bautista Alberdi y otro es un comentario sarcástico de la obra de teatro La divisa punzó, de Paul Groussac a propósito de una frase despectiva hacia su bisabuelo colocada en el texto en boca de Rosas.
Si bien Corvalán Mendilaharsu pondera las obras de Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, sus trabajos tienen dos características que los diferencian de aquellas: en primer lugar, su tono agresivo y en segundo término que muestran la intención de dirigirse a un público más amplio –critica lo que considera un estilo demasiado erudito de aquellas- al que pretende convencer de su posición respecto de la figura de Rosas. En este sentido, no centra tanto sus dardos en las obras de historiadores –a excepción de López y ocasionalmente, de Mitre- sino en la de panfletistas como José Rivera Indarte o novelistas como José Mármol.
Dice el historiador Fernando Devoto que en esos trabajos:
…sorprende no sólo la cita casi exclusiva de historiadores decimonónicos sino que la apelación constante al “método crítico” va acompañada de una total ausencia de referencias hacia los autores europeos o argentinos emblemáticos del mismo (el único citado, una vez, es Rómulo D. Carbia y también del uso de la retórica clásica de la erudición, las notas al pie de página o la bibliografía, quizás por los propósitos de divulgación antes aludidos….En general, Corvalán, con una estrategia abogadil, procura presentar todo tipo de argumentos a favor de Rosas.”4
La figura de Rosas en la visión de Corvalán Mendilaharsu en sus trabajos no es la de un caudillo populista o popular, sino que resalta el apoyo recibido de la gente principal y además lo presenta como, sobre todo, un republicano austero, en coincidencia al respecto con Quesada y Saldías. Una de las diferencias de Corvalán con otros historiadores es que dedica gran espacio a referirse a opiniones de prestigiosos liberales antirrosistas cuando de ellas extrae conclusiones que se oponen a las predominantes en dicha corriente. Su fuente principal, no obstante ello, sigue siendo Saldías y es de señalar sus reiteradas referencias a la donación de su sable por San Martín a Rosas.
Fernando Devoto señala que en su larga trayectoria posterior —a las que describe pasando de posiciones más rupturistas a otras más ambiguas— se lo encuentra a Corvalán colaborando por una parte en la Historia de la Nación Argentina impulsada por la Academia Nacional de Historia dirigida por Ricardo Levene en cuyo volumen IV publicó su trabajo muy citado Los símbolos patrios y escribiendo notas en El Hogar, La Nación (Argentina)|La Nación]] y La Prensa, aunque paralelamente presidiera desde mediados de la década de 1930 la Junta Pro repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y se incorporase al Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.
También fue de extracción radical Ricardo Caballero, que con un discurso en el Senado Nacional en defensa del caudillo federal Ángel Vicente Peñaloza, fue de los primeros de esa corriente en inscribirse en el Revisionismo.
En 1925 apareció la Historia de la historiografía argentina de Rómulo Carbia, el iniciador del revisionismo hispanocatólico. Más tarde publicó Historia de la leyenda negra hispanoamericana y La nueva historia del descubrimiento de América.

5. La “Década Infame”
Hasta ese momento, los historiadores no se identificaban a sí mismos como parte de una escuela, eran simples escritores aislados que publicaban sus obras poniendo de relieve su oposición a la visión clásica de la historia argentina. Pero la sólida oposición de la Academia Nacional de la Historia los llevó a reunirse de alguna manera. En 1934 se formó la Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Rosas; no tuvo éxito alguno en su cometido, pero comenzó la ruta de reunión de los restos dispersos de esta escuela historiográfica. En junio de 1938, conmemorando el centenario de la muerte de Estanislao López, se formó en la provincia de Santa Fe el Instituto de Investigaciones Federalistas, “para luchar por una ya impostergable revisión histórica”.
En 1930, Carlos Heras creó la primera cátedra de historia argentina contemporánea del país,[cita requerida] y fue el miembro más destacado del Grupo de La Plata junto con Joaquín Pérez, autor de varias obras sobre la crisis del año 1820.
El otro autor destacado del período fue Diego Luis Molinari, especialista en el período colonial, y los antecedentes inmediatos de la Revolución de Mayo. Su labor historiográfica no fue mayor por su muy intensa dedicación a la política, primero en la Unión Cívica Radical, y más tarde en el peronismo. Una característica particular de su obra fue que interactuó con otro autor, amigo suyo, de estilo e inspiración totalmente liberal, Emilio Ravignani, con quien compartía alumnos en la Universidad.
A la tendencia netamente nacionalista, declaradamente revisionista, perteneció Julio Irazusta, autor de una monumental Vida política de don Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia.
En 1939 apareció la Historia falsificada de Ernesto Palacio, que años más tarde editaría una Historia de la Argentina, muy crítica del liberalismo.

6. La década de 1940
La década se inició con la Vida de Juan Manuel de Rosas, de Manuel Gálvez, que le imprimió a su obra un tono novelesco. Puede parecer un anticipador del exitoso género llamado “novela histórica”, de gran difusión a fines del siglo XX, pero en su caso fue un intento de hacer más accesible al público de masas una historiografía que hasta entonces se enredaba en discusiones académicas o ideológicas.
El autor más importante del período, que no fue estrictamente un revisionista de este período, fue José Luis Busaniche. Este santafesino se dedicó al estudio de la vida de Estanislao López y el federalismo y otros temas de historia santafesina de la primera mitad del siglo XIX. Se dedicó también a traducir y prologar ediciones de varios viajeros y diplomáticos extranjeros, y también de la edición de 1962 de Rosas visto por sus contemporáneos, un conjunto de artículos escritos por distintos autores argentinos y extranjeros contemporáneos del dictador. La obra más destacada de Busaniche fue su Historia Argentina, que dejó inconclusa y como manuscrito a su muerte en 1959. Por cierto, no se consideraba estrictamente un revisionista.
Tampoco fue revisionista en el sentido clásico Enrique Barba, de marcadas simpatías federalistas, pero acérrimamente enemigo de la imagen revisionista de Rosas. De hecho, fue Barba quien más difundió la idea de que Rosas era un unitario que usaba el nombre de federal. Sus obras más conocidas fueron Correspondencia entre Rosas, Quiroga y López, y Unitarismo, federalismo, rosismo.
En agosto de 1941 se formó el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Su primer presidente fue el general Juan Ithurbide, pero sus miembros más destacados fueron Manuel Gálvez, Ernesto Palacio, Julio Irazusta, Rodolfo Irazusta, y Ricardo Font Ezcurra. Más tarde se incorporarían José María Rosa y Arturo Jauretche.
Según Rosa, Su propósito no era, solamente, reivindicar la persona y el gobierno de Rosas en un debate académico ya ganado de antemano, pero que de antemano sabíase que habría de rehusarse. Era reivindicar a la patria y al pueblo – la 'tierra y los hombres' – recobrando la auténtica historia de los argentinos. A la falseada noción del pasado, que nos había convertido y mantenido en un estado de colonia espiritual y material, se opondría la verdad de una tradición heroica y criollísima para que la Argentina se recuperase como nación. De paso derrumbaría con indignada iconoclastia a los próceres de la antipatria que llevaron al coloniaje. Era combativo y apasionado, con pasión de patria.
Como escuela historicista, el revisionismo expuso su método de investigar y explicar el pasado, el mismo de Saldías.nota 2​ Primero, una profunda labor investigadora. Luego, la aplicación de un severo método crítico para reconstruir los hechos históricos. Por último, la interpretación, no desde la libertad, las instituciones, la humanidad ni las conveniencias ideológicas, sino desde la Argentina como nación, como parte de la hermandad hispanoamericana, y desde los argentinos como integrantes de una nación.
La postura ideológica más difundida entre los revisionistas fue el nacionalismo. En las etapas tempranas, se trató de un nacionalismo elitista, para después pasar a visiones más populares, nutriéndose también de aportes de izquierda, lo que se llamó la “izquierda nacional”. Muchos de sus más destacados autores se incluyeron en el peronismo.
El autor más respetado por todo el grupo, y uno de los más importantes, fue Raúl Scalabrini Ortiz. De orígenes conservadores, pasó a la oposición después de 1930; sus obras fundamentales fueron Política británica en el Río de la Plata e Historia de los Ferrocarriles Argentinos.

7. El revisionismo católico
Los intelectuales del año 1900 eran activamente anticlericales, con muy raras excepciones. El revisionismo, además de defender a Rosas, los federales y los colonizadores españoles, tendió a defender también la figura de la Iglesia católica. Entre sus historiadores más destacados se encontraron Guillermo Furlong, un jesuita dedicado a la formación cultural y religiosa de la Argentina, especialmente antes de 1810.nota 3
También Rómulo Carbia hizo importantes aportes en esta área. Muy posterior es la obra de Vicente Sierra, que publicó una muy personal Historia de la Argentina, en que se esforzó por llegar a sus propias conclusiones, esquivando las de los clásicos y también las de los revisionistas.

8. Después del peronismo
Durante el gobierno de Juan Domingo Perón, el revisionismo logró dominar el ámbito académico nacional y se extendió más que nunca antes. Los revisionistas se identificaban con el peronismo, pero el propio Perón nunca se definió por la visión histórica de estos seguidores suyos.nota 4​ La posición de la historiografía clásica o liberal quedó muy relegada.
Raúl Scalabrini Ortiz, que volvió a escribir sobre historia. Siguiendo a su amigo, Arturo Jauretche, que no era un historiador sino un polemista y un articulista, que escribía sobre la actualidad y el futuro ejemplificando con aportes históricos.
El autor más destacado y prolífico fue José María Rosa, con obras tales como Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, de 1941; El cóndor ciego. La Extraña muerte de Lavalle, de 1952; Nos, los representantes del pueblo,nota 5​ de 1955; La caída de Rosas, de 1958, ampliado en 1960 en lo que respecta a El Pronunciamiento de Urquiza, y La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, de 1965.
Su obra de más alcance fue Historia Argentina, comenzada a editar en 1963, con 14 tomos.nota 6​ En sus últimos años dirigió varias revistas, y llegó a defender sus posiciones en emisiones televisivas. Últimamente, sus obras fueron editadas en Internet por su hijo.
Otros autores destacados fueron: el padre Leonardo Castellani, Fermín Chávez, especialista en el período rosista y en la resistencia contra Mitre y Sarmiento, Juan José Hernández Arregui, de origen marcadamente izquierdista como Milcíades Peña, León Pomer, Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos. También figuraron Federico Ibarguren, Salvador Ferla, Julio Irazusta, Rodolfo Irazusta, Roberto Marfany, y las obras finales de Manuel Ugarte.
Varias publicaciones periódicas difundieron las posiciones revisionistas, sin exigir a sus autores extenderse al nivel de edición de los libros. Pero la publicación más importante en este sentido fue la revista Todo es Historia, fundada por Félix Luna. Este autor comenzó siendo un auténtico revisionista, y su revista extendió por todo el país las posiciones del revisionismo. Con el paso del tiempo, sin embargo, su postura se acercó gradualmente a la de la escuela clásica. Y tras editar centenares de artículos de esa inspiración, la revista se dedicó a tratar de llegar a un compromiso histórico entre las dos corrientes predominantes. Sin embargo, llegó a publicar una obra en colaboración muy importante, el Memorial de la Patria, una especie de historia argentina en 36 tomos escrita por varios colaboradores de Todo es Historia.
Tras el golpe de Estado de 1955 el canal habitual de transmisión del revisionismo, el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, permaneció prácticamente cerrado hasta que Arturo Frondizi asumió la presidencia en 1958. La gran mayoría de los discursos del dictador Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas en su primer año de gobierno contuvieron evocaciones elogiosas a la memoria de Caseros o algún otro símbolo del imaginario histórico rechazado por el revisionismo clásico. El alcance de esta propaganda antirevisionista se extendió hasta los programas de estudios de historia en las escuelas, hasta los cursos de capacitación sindical de la CGT intervenida.5

9. Finales de siglo
Las posturas revisionistas nunca llegaron a desplazar por completo la historiografía clásica. La ampliación de la Academia Nacional de la Historia nunca llegó a incluirlos, ya que se limitó a ampliar el espectro de intereses y el espectro geográfico representado en ella.
A partir del golpe militar de 1976, la historiografía pareció entrar en una relativa decadencia en el país. La recuperación de la democracia en 1983 concentró los esfuerzos intelectuales en el presente, esto es, en la política, los derechos humanos y la economía.6​ Por otro lado, a fines de la década de 1980 hubo un estallido de la historiografía económica, orientada a estudios en los que los temas analizados por el revisionismo pasaron a segundo plano.
Durante los gobiernos del matrimonio Kirchner (2003-2016) se produce una vigorosa reaparición del revisionismo histórico, o neorevisionismo histórico, o historia nacional, popular, federal e iberoamericana. Durante esos años se reivindicó la gesta de la Vuelta de Obligado decretándose feriado nacional el 20 de noviembre, "Día de la Soberanía", se ascendió al generalato a Juana Azurduy y a Felipe Varela, en el festejo del Bicentenario de la Revolución de Mayo se honró a los próceres que según la visión revisionista fueron oscurecidos por la historiografía federal, como los caudillos federales, Manuel Dorrego, Andresito. Se destacan dos corrientes fundamentales, una de orientación izquierdista, cuya principal figura es Norberto Galasso, que basa su doctrina en el marxismo, y otra, compuesta principalmente por peronistas. simpatizantes de la izquierda nacional e independientes entre los que cabe destacar a Pacho O´Donnell y Hugo Chumbita.

10. Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
Por decreto 1880/2011 de la presidenta Fernández de Kirchner se creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, uno de cuyos objetivos era la reivindicación de las figuras históricas apoyadas por el revisionismo histórico en Argentina, y su primer presidente fue Mario Pacho O´Donnel. El Instituto Dorrego llevó a cabo una tarea de divulgación de los pensadores que nutrieron al revisionismo, como Jorge Abelardo Ramos, José Maria Rosa, Arturo Jauretche, Manuel Ugarte, Fermín Chaves, Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde y otros, publicó libros y programas de televisión bien recibidos por el público, pero no logró conmover los cimientos universitarios y académicos de la historiografía liberal, que continuó manifestándole una abierta actitud crítica.
Hubo conflictos internos, a principios de 2014, renunció O'Donnell y, posteriormente también algunos de sus principales miembros e historiadores, como Hernán Brienza, Hugo Chumbita y Felipe Pigna.7​ En diciembre de 2014, Pacho O’Donnell propuso cerrar el Instituto Dorrego y afirmó: "No eran Luis Alberto Romero ni Beatriz Sarlo nuestros peores enemigos: estaban adentro."7​Por su parte Víctor Jorge Ramos criticó a la ministro de Cultura Teresa Parodi por no autorizar partidas para gastos del Instituto8​y poco después, en una solicitada del 31 de diciembre de 2014, el Instituto ―cuya presidencia estaba ejerciendo Luis Launay― repudió, a su vez, los dichos de Ramos.9
El 4 de enero de 2016 el Instituto fue disuelto por un decreto del presidente Mauricio Macri que en sus considerandos se refiere a la "pluralidad ideológica" y afirma que "no es función del Estado promover una visión única de la Historia ni reivindicar corriente historiográfica alguna sino, por el contrario, generar las condiciones para el ejercicio libre e independiente de la investigación sobre el pasado".10
Notas
Fue un error de estrategia de los amigos de Mitre atacarlo, ya que llevaron su nombre de nuevo al centro de la escena, dando lugar a una reivindicación que vino de la mano de Peña.
El método histórico llevó a algunos historiadores revisionistas al repudio del liberalismo. En otros, el camino fue inverso: en respuesta a su nacionalismo antiliberal, se pasaron al revisionismo.
Por ser jesuita, Furlong estudió y defendió la trayectoria de la Compañía de Jesús. Como Rosas había expulsado a los jesuitas, se hizo militantemente enemigo de la memoria de Rosas.
Como caso paradigmático hay que citar el hecho de que todos ellos apoyaron la nacionalización de los ferrocarriles, hasta entonces casi enteramente en manos inglesas; pero cuando los nacionalizó, Perón les dio los nombres de Mitre, Roca, Urquiza y Sarmiento.
Se trata de un profundo estudio sobre los constituyentes de 1853, con abundante información biográfica y una crítica demoledora al método con el cual fue escrita y sancionada la venerada constitución liberal inspirada por Alberdi.
La obra fue continuada por Fermín Chávez en los años posteriores a su muerte.
Referencias
  1. Duhalde, Eduardo Luis (2005). Contra Mitre. Punto crítico.
  2. Saltar a:a b c d Rosa, José María (1968). Historia del Revisionismo y otros ensayos. Merlín. pp. 21-72.
  3. Micheletti, María Gabriela (2015). «"Facundo Quiroga rehabilitado". Una aproximación al contexto de producción, repercusiones y aportes historiográficos del libro de David Peña (1906)». Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani (42).
  4. Devoto, Fernando; Nora Pagano (2009). Historia de la historiografía argentina (1° edición). Editorial Sudamericana. p. 213. ISBN 978-950-07-3076-1.
  5. La prensa peronista como medio de difusión del revisionismo histórico, 1955-1958 Michael Goebel University College London, Londres, septiembre/octubre 2003, pagina8
  6. «Comunicaciones y Reseñas memoria». Mujeres, genero y política. Consultado el Noviembre,2018.
  7. Saltar a:a b 20 de diciembre de 2014 «Pacho O’Donnell propuso cerrar el polémico Instituto Dorrego», artículo del 20 de diciembre de 2014 en el diario La Nación (Buenos Aires). Consultado el 25 de diciembre de 2014
  8. «Ramos le responde a O'Donnell por la grieta del Dorrego», artículo del 20 de diciembre de 2014 en el diario Perfil (Buenos Aires). Consultado el 14 de enero de 2015.
  9. Solicitada del Instituto Nacional Manuel Dorrego del 31 de diciembre de 2014. Consultado el 14 de enero de 2015.
  10. Cierran el Dorrego, el Instituto Histórico que fundó Cristina
Bibliografía
D’Atri, Norberto, El revisionismo histórico. Su historiografía, en Jauretche, Arturo, Política nacional y revisionismo histórico, Bs. As., 1959. Reed. Ed. Corregidor, ISBN 950-05-1659-4, Bs. As., 2006.
Duhalde, Eduardo Luis, Contra Mitre, Ed. Punto Crítico, ISBN 987-20493-1-9, Bs. As., 2005.
Scenna, Miguel Ángel, “Los que escribieron nuestra historia”, revista Todo es Historia, números 65, 65 y 67.
Halperín Donghi, Tulio, El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional, Buenos Aires: Siglo XXI, 2005.
Quattrochi-Woisson, Diana, Un nationalisme de déracinés: l’Argentine, un pays malade de sa mémoire, Paris: CNRS, 1992.
DEBATE SOBRE REVISONISMO HISTORICO
ÍNDICE
(01) PERÓN Y EL REVISONISMO HISTRORICO (POR. R.ITURRALDE)
(02) REFUTACION AL ART DE ITURRALDE (POR F.ADISSI)
(03) RESPUESTA DE C. RODRIGO ITURRALDE
(04) FUENTES
(05) ARTÍCULOS RELACIONADOS


(01) PERÓN Y EL REVISONISMO HISTRORICO (POR. R.ITURRALDE)

Perón y el Revisonismo Histrorico (*) - Por Cristián Rodrigo Iturralde (*) (*)C,R.I es Historiador y Miembro Académico del Instituto de Investigaciones Historicas Juan Manuel de Rosas, de Buenos Aires.
En la Argentina, como sabemos, el revisionismo histórico se centró particularmente en la reivindicación de la figura de Juan Manuel de Rosas -y otros caudillos- y en la crítica de la posición argentina durante la Guerra de la Triple Alianza, enfrentándose con la historiografía oficial fundada sobre la obra de Bartolomé Mitre
Si bien esta corriente de pensamiento había comenzado a esbozarse a fines del siglo XIX en los trabajos de Adolfo Saldías y Vicente y Ernesto Quesada, se consolidará en gran medida con los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta y Carlos Ibarguren, que a diferencia de los anteriores denunciaban además la injerencia británica en la economía nacional y revindicaban la herencia hispánica. 
Esta escuela historiográfica, de inconfundible signo rosista y antibritánico, se nucleará luego en el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (creado el 8 de agosto de 1938 ), entre cuyos fundadores encontramos a Juan B. Ithurbide, Manuel Gálvez, Evaristo Ramírez Juárez, Ramón Doll, Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta, Roberto Laferrere, Ricardo Font Ezcurra, Carlos Steffens Soler, Mario Lassaga, Alberto Ezcurra Medrano, Alberto Contreras e Isidoro García Santillán.
Para ese entonces habían hecho su aparición pública las obras fundantes del revisionismo: 
Juan Manuel de Rosas, su historia, su vida, su drama (1930) por Carlos Ibarguren; Ensayo sobre Rosas (1935) por Julio Irazusta; La Argentina y el imperialismo británico por Julio y Rodolfo Irazusta (1934), sumado a la pléyade de artículos publicados en La Nueva República desde 1927; diario creado por los mentados hermanos y de cuyo elenco estable formaron parte también Ernesto Palacio y Juan E. Carulla, entre otros. 
Años después aparecerán La historia falsificada de Ernesto Palacios (1939); los libros sobre Juan Manuel de Rosas (1939) e Hipólito Yrigoyen (1940) de Manuel Gálvez; los trabajos de Raúl Scalabrini Ortiz (Política británica en el Río de la Plata e Historia de los ferrocarriles argentinos, ambos publicados en 1940); José María Rosa (Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, editado en 1943), etc. 
Conviene mencionar que con anterioridad a la conformación del mentado instituto, se había creado la "Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Rosas" (1934) y el Instituto de Estudios Federalistas (en Santa Fe). 
A partir de estas instituciones y de una serie de autores e intelectuales nacionalistas, fueron celebrándose conferencias y actividades culturales en todos los niveles educativos de la nación, desmitificando a la Historia Oficial mitrista. El impulso e influencia que iba adquiriendo la línea revisionista parecía imparable y cada día ganaba nuevos adeptos y posiciones.
¿Cuándo cambia esto? 
En gran medida, cuando llega Perón al poder (si bien su rechazo al nacionalismo es evidente a partir de 1944). A fines didácticos y por cuestiones de espacio, daremos unos pocos -pero entitativos- ejemplos que prueban lo recién aseverado. 
La primera gran muestra del apoyo de Perón al procerato liberal la dará al bautizar las líneas ferroviarias nacionalizadas (su ¨obra magna nacionalista¨) con los nombres de Mitre, Sarmiento, Roca, Rivadavia, etc.; dejando deliberadamente de lado a los caudillos del federalismo. 
El otro hecho que evidencia el rechazo que sentía Perón por el revisionismo histórico, es que durante sus dos primeros mandatos presidenciales ¨no hace absolutamente nada por promover el revisionismo¨, como advierte Galasso , ni tampoco modifica los planes de estudio de las instituciones educativas nacionales, que sostenían la línea historiográfica de mayo-caseros. De más está decir que el ¨nacionalista-rosista¨ de Perón hizo oídos sordos al reclamo de repatriar los restos del Restaurador Juan Manuel de Rosas (tuvo más de diez años de poder absoluto para hacerlo). 
¿Quién trae los restos de Rosas? Carlos Saúl Menem. Ya hemos mencionado anteriormente el hecho de que Perón irrumpe en la arena política de la mano del Gral. Agustín Pedro Justo, vinculándose con la crème del liberalismo argentino (como Ricardo Levene, José M. Sarobe y Ramón Cárcano, entre otros).

Vemos entonces que el rechazo de Perón por el revisionismo histórico trasciende el ámbito meramente verbal y se plasma en hechos concretos e irrefutables. Hugo Chumbita, fundador de la Juventud Peronista Universitaria, se lamentaba sobre este punto, reconociendo que la revisión de la historia no entró en los planes de gobierno. 
¨Si bien en la enseñanza y el aparato de difusión hubo una reformulación hacia los valores del folklore y la cultura popular, el elenco de próceres “oficiales” no fue cuestionado en forma visible (…) Fue después de su derrocamiento cuando Perón manifestó públicamente sus convicciones sobre el debate histórico argentino¨. 
Y si lo referido no resultara suficiente, podremos recurrir al propio Perón, que termina reconociendo esta realidad, confesando a Tulio Jacovella (en entrevista realizada en 1973) que el revisionismo histórico no había sido parte de sus planes durante sus gobiernos .

Sí, es cierto: desde el exilio reivindicó en alguna oportunidad la figura de Rosas (se acordó un poco tarde...: ya había pasado los 60 años de edad). No obstante, en realidad, más que elogiar la figura del caudillo, lo que hace es limitarse a reivindicar su faceta antiimperialista, lo que en rigor lo alineaba a todas las corrientes izquierdistas y revolucionarias del momento (de las que necesitaba apoyo para volver al poder) . Todo, absolutamente todo en Perón, persigue objetos utilitarios. No existen en él convicciones firmes e inamovibles o ideales trascendentes. Cuando detentó el poder supremo, nada hizo por Rosas o el revisionismo histórico; se acuerda repentinamente de Rosas cuando necesitó de una figura histórica de cual sujetarse. (Nada: mucho tuvo que ver en esto la propaganda ¨gorila¨, pues al calificar al gobierno de Perón como ¨la segunda tiranía¨, entendieron Perón y los peronistas que convenía ahora acercar posiciones con el ¨enemigo de su enemigo¨. Es decir, no es el ¨amor¨ lo que une al líder populista con el Restaurador sino una cuestión meramente estratégica).

Ni el rosismo ni el revisionismo histórico deben nada a Juan Domingo Perón. Esto debe quedar claro. Por el contrario, esta corriente historiográfica debería tenerlo como uno de los villanos históricos, e incluso como el mayor de ellos. Más repudiable aún que el hostis (enemigo externo), por provenir esta traición o felonía de un nativo de estas tierras; un perduellis (como diría José Luis Torres) que, infiltrándose en las filas patriotas, bregó por la destrucción del revisionismo originario; haciéndole perder su rumbo, diluyéndolo en marxismo y en la más ruin política partidaria. 
Pero: ni nacionalista ni revisionista
(02) REFUTACION AL ART DE ITURRALDE (POR F.ADISSIPor Federico Gastón Addisi*
En el articulo de marras el señor Iturralde se esmera en hacer creer a los lectores que el General Peron fue un oportunista que jamas simpatizo con el Restaurador de las Leyes ni con la escuela historiografica conocida como revisionismo historico. 
Para ello señala; entre otras temerarias aseveraciones que Peron “no hace absolutamente nada por promover el revisionismo (…) De más está decir que el ¨nacionalista-rosista¨ de Perón hizo oídos sordos al reclamo de repatriar los restos del Restaurador Juan Manuel de Rosas (…) Peron cuando detentó el poder supremo, nada hizo por Rosas o el revisionismo”. Hasta aqui los dichos de Iturralde. Ahora; y a modo de cronica, el peso de la verdad:
26 de noviembre de 1918, el joven oficial Teniente Perón escribió:
“Mis queridos padres: Hoy he recibido carta y me alegra mucho que estén buenos y contentos con el triunfo de las ideas aliadas; pero debo hacer presente que no está bien eso de la lista negra, por cuanto es un atropello…No olvides papá que este espíritu de patriotismo que vos mismo supiste inculcarme, brama hoy un odio tremendo a Inglaterra que se reveló en 1806 y 1807 y con las tristemente argentinas Islas Malvinas, donde hasta hoy hay gobierno inglés; por eso fui contrario siempre a lo que fuera británico, y después del Brasil a nadie ni nada tengo tanta repulsión.
Francia e Inglaterra siempre conspiraron contra nuestro comercio y nuestro adelanto y si no a los hechos:
En 1845 llegó a Buenos Aires la abrumadora intervención anglo-francesa; se libró el combate de Obligado, que no es un episodio insignificante de la Historia Argentina, sino glorioso porque en él se luchó por la eterna argentinización del Río de la Plata por el cual luchaban Francia e Inglaterra por política brasilera encarnada en el diplomático Visconde de Abrantes. Rosas…, fue el más grande argentino de esos años y el mejor diplomático de su época, ¿ no demostró serlo cuando en medio de la guerra recibió a Mr. Hood…No demostró ser argentino y tener un carácter de hierro cuando después de haber fracasado diez plenipotenciarios ingleses consiguió más por su ingenio que por la fuerza de la República que en esa época constaba solo con 800.000 habitantes; todo cuanto quiso y pensó de la Gran Bretaña y Francia; porque fue gobernante experto y él siempre sintió gran odio por Inglaterra porque esta siempre conspiró contra nuestro Gran Río, ese grato recuerdo tenemos de Rosas que fue el único gobernante desde 1810 hasta 1915 que no cedió ante nadie ni a la Gran Bretaña y Francia juntas y como les contestó no admitía nada hasta que no saludasen al pabellón argentino con 21 cañonazos porque lo habían ofendido; al día siguiente, sin que nadie le requiriera a la Gran Bretaña, entraba a Los Pozos la corbeta Harpy y, enarbolando el pabellón argentino al tope de proa, hizo el saludo de 21 cañonazos. Rosas ante todo fue un patriota”.
-20 de noviembre de 1950 se estampo por primera vez el “Día de la Soberanía”; acuñado por el eminente profesor revisionista José María Rosa. 
-1951: José María Rosa, “el gobierno permitía pegar afiches a favor del Restaurador de las Leyes, cosa no fue posible hacer una vez derrocado el peronismo”. 
-20 de noviembre de 1953. La batalla de Obligado fue conmemorada oficialmente por primera vez por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé quien expresó en su discurso: “este es el homenaje que el General Perón rinde a los héroes que murieron por la defensa de la soberanía nacional”. 
-1954 se creó la “Organización popular por la repatriación de los restos del General Rosas”, presidida por José María Rosa y Ernesto Palacio. Ambos de destacada actuación dentro del movimiento nacional justicialista. El primero de ellos, fue embajador de Perón en su tercera presidencia; primero en Paraguay y luego en Grecia. En tanto que Ernesto Palacio fue legislador en el período 1946-52.
No nos referiremos aqui a la innumerable cantidad de veces que Peron desde el exilio y en su tercer presidencia reivindico a Rosas. 
Solo señalaremos:
– Ley 20.769, que disponía: Art. 1: Dispónese la repatriación de los restos del ex gobernador de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.
– Ley 20.770, que disponía: Día de la Soberanía. Declaración el 20 de noviembre de cada año en conmemoración a la Batalla de la Vuelta de Obligado.
RESPUESTA DE RODRIGO ITURRALDE A LA NOTA DE F. G. ADDISSI
Cristian Rodrigo Iturralde, en 5 diciembre, 2018
Hace unos días, en el sitio “Noticias del Congreso Nacional”, el Sr. Federico Gastón Addissi publicó un artículo titulado «Refutación al art. de Iturralde “Perón y el revisionismo”»[1], abriendo de este modo un debate, que acepto gustosamente.

Como dato anecdótico y para amenizar, paso a comentar al lector general que conozco a mi circunstancial contendiente hace ya largos años, desde tiempos en que ambos militábamos en la Juventud Federal del “Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas”. Si bien tenemos y hemos tenido nuestras importantes diferencias en torno a asuntos como el precedente, siempre conservamos un trato de respeto y procuraré que así siga.

Sin más prolegómenos, pasemos ahora a lo nuestro.
En el sintético escrito al que hace referencia, procuro probar que lejos de haber sido un promotor de la línea del revisionismo histórico y de Juan Manuel de Rosas, Juan D. Perón fue enemigo de ambos (o de mínima, no suscribió a ninguno) y que si bien por momentos, y tal vez a priori, su relación con éstos podría parecer algo ambigua, una segunda aproximación algo más detenida sobre la cuestión, aclarará el panorama de modo definitivo.

Comienzo advirtiendo que Perón recién reivindica a Rosas (figura fundante y esencial del revisionismo histórico) después de 1955, es decir, cuando ya tenía más de 60 años de edad, y por una cuestión meramente estratégica, refiriendo asimismo el hecho de haber denominado a los ferrocarriles (su opera prima nacionalista) con los nombres del procerato liberal -ignorando displicentemente la figura del Restaurador-. 
Paso seguidamente a referir que los planes de estudio de las instituciones educativas nacionales, que sostenían la línea historiográfica de mayo-caseros, no fueron modificados por Perón, quien en la década 45-55 tuvo el poder absoluto para hacerlo. Aserción que comparte entre otros la historiadora Quattrochi-Woisson, señalando que los revisionistas fueron “relegados a una postura marginal”. ”Perón”, prosigue, “busca tomar distancias con un personaje histórico cuya imagen no le conviene”, agregando que el revisionismo, institucionalmente hablando, “no implicó ninguna actividad de importancia (…) 
En las publicaciones universitarias de la época peronista, en los casos en que pudieron aparecer, la versión revisionista del pasado apenas si está presente. Si bien hay historiadores revisionistas en la Facultad de Filosofía y Letras (…), su enseñanza no es seguida por ninguna publicación oficial (…); no se registran grandes cambios historiográficos en los manuales escolares del primario o del secundario”.[2] 
Ya luego, y para cerrar, apunto que poco y nada hizo Perón para repatriar los restos del insigne pro hombre, habiendo cuenta que este era un reclamo del nacionalismo desde comienzos de la década del 30´, particularmente a través de la “Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Rosas” , establecida en 1934.

No obstante lo referido, y sólo hemos dicho parte, el Sr. Addissi nos pone en aviso que existirían otros hechos concretos y decisivos que nos probarían equivocados. ¿Será así? 
Comienza el autor queriendo demostrar que Perón fue rosista toda su vida y desde joven. Para ello, cita una misiva del 26 de noviembre de 1918 donde, entre otros asuntos, se elogia la figura de Rosas. Lo que omite deliberadamente es que tan solo tres años después, en carta a sus padres, elogia a Sarmiento y a Mitre, aprovechando la ocasión para calumniar a don Hipólito Yrigoyen (a quién antes apoyaba)[3]. 
Y ésta última será la línea adoptada en lo sucesivo, llegando a afirmar que aspiraba ser “el Mitre del presente siglo”. Perón, alumno de Levene en la Escuela Superior de Guerra, consideraba la historia mitrista como una “obra maestra”, agregando lo siguiente: 
“solo ahora comprendo lo que importa tener un Mitre, capaz de darnos en los episodios medulares de nuestra historia, algo que puede ser norma y pauta para los investigadores del futuro”.[4] 
Todos conocen -lo hemos mencionado en distintos trabajos, consignando prolijamente fuentes y fechas-, los distintos elogios que el “líder” prodiga al procerato liberal y aún a hombres como Agustín Pedro Justo (el primer “infame” de la década denostada). Debería resultar curioso que en el plano retórico Rosas recibiera un trato menos favorable que norteamericanos e ingleses, pues por cada encomio al caudillo existen cinco en favor de los sajones y aun de los sionistas. Esta contradicción permanente fue animada por el propio Perón, como demuestra –por si hiciera falta más evidencia- la respuesta que ofrece a su secretario López Rega, cuando éste le señalara que había que uniformar opiniones sobre su participación en la revolución del 30´:
“Si yo dije en una oportunidad que había estado con la Revolución, y en otra que había estado en contra de ella, la solución no estaba en aunar las versiones, sino en colocar una tercera, que dijera que no estuve ni a favor ni en contra de la Revolución. Porque siempre hay que tener tres versiones sobre un mismo hecho del pasado”.
De modo que queda clara la valoración que cabe otorgarle a las –siempre circunstanciales- palabras y juicios de Perón.
En cuanto a su reivindicación de Rosas desde el exilio, resulta claro que cuanto lo mueve a ello es una cuestión meramente utilitaria y estratégica, pues la reivindicación del antiimperialismo del Restaurador lo alineaba –en este punto- con sus aliados del internacionalismo marxista. Además, el gorilismo antirosista acusaba a su régimen de haber constituido “la segunda tiranía”, viendo allí la conveniencia de vestir ese sayo, entendiendo que el enemigo de su enemigo debía ser su amigo. 
El razonamiento del peronista Marcelo Gullo es el siguiente: 
«Si mentían con respecto a Perón llamándolo el “segundo tirano sangriento” seguramente también mentían con respecto a Rosas a quien llamaban “el primer tirano sangriento”»[5] (lo cual a priori podría haber sido cierto, pero este no fue el caso; si bien es claro que serán los “libertadores” los primeros en manchar sus manos con sangre, con los bombardeos primero, y con el fusilamiento de Juan José Valle después). 
Indudablemente, también influyeron en el cabecilla justicialista algunos de sus allegados de filiación rosista, que en una década no habían logrado sacarle más que algunas migajas en favor de los federales. Por si hicieran falta mas elementos en este sentido, cabe destacar un dato que desconocía y que recordó oportunamente el Dr. Alejandro Olmos Gaona en reciente intervención donde se discutía este asunto, advirtiendo que en la primera edición de “La fuerza es el derecho de las bestias” (1955, Chile), el “Conductor” compara a la Revolución Libertadora y sus “fusiladores” con la Mazorca rosista (comentario luego suprimido en postreras ediciones por sugerencia de “Pepe” Rosa, según consigna Gaona Olmos).

No obstante, el A. insistirá en el supuesto apoyo de Perón al revisionismo y a Rosas, recordándonos todo lo que hizo en 10 años:
«Qué el 20 de noviembre de 1950 se estampó por primera vez el “Día de la Soberanía” 
(…) el gobierno permitía pegar afiches a favor del Restaurador (…) 
(El) 20 de noviembre de 1953… la batalla de Obligado fue conmemorada oficialmente por primera vez por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé (…) 
(En) 1954 se creó la “Organización popular por la repatriación de los restos del General Rosas”, presidida por José María Rosa y Ernesto Palacio».
Vayamos por partes.
Ignoro que querrá referir el autor por “estampar” por primera vez el “Día de la Soberanía”, pues esta fecha era reivindicada con anterioridad a la llegada de Perón al poder (si bien, claro, no oficialmente). No obstante, aún concediendo a aquello algún valor, no se explica entonces por qué se conmemoraba el Centenario del Pronunciamiento de Urquiza y el de la batalla de Caseros y el motivo por el cual el peronismo prohibía, a través del Consejo Nacional de Educación, que se enseñase el apoyo de San Martín a Rosas. 
Desconozco asimismo que se querrá probar con la cuestión de los “afiches”, pues si algo es claro es que no se hicieron con aval del gobierno y mucho menos fueron financiados por éste, ¿o sí? Supongo que si aquello fuera condición suficiente para tener a Perón y su gobierno como rosistas, en mayor consideración, entonces, habría que tener a Agustín Pedro Justo y Roberto Marcelino Ortiz, ya que bajo sus mandatos fueron creados el “Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” (1938), la “Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos de Rosas” (1934) y el Instituto de Estudios Federalistas (en Santa Fe).

Más adelante, nos indica el A. que hubo UNA conmemoración en 1953, en Buenos Aires, de la batalla de Obligado. Una conmemoración provincial en diez años (contra decenas en favor de los liberales y a nivel nacional), le parece a Addissi algo digno de encomios, sin caer en cuenta que el mismo dato que cita no hace más que debilitar seriamente su tesis. Lo que no dice, empero, es que en todos los libros de texto a partir de 1950 el nombre del Rosas brilla por su ausencia, y que Tesaire, el Vicepresidente y amigo personal de Perón, prohibió en forma expresa a los afiliados peronistas afiliarse a institutos rosistas[6]. Del mismo modo, en 1954, se prohibió polemizar entre revisionistas y anti revisionistas a los miembros del partido.[7]

Al final, evoca el A. la Comisión Popular Argentina para la Repatriación de los Restos de Rosas, cómo si en si mismo este hecho probara necesariamente algo. El Dr. Alejandro Olmos Gaona conoce de primera fuente el accionar de dicha institución y su relación con Perón:
“En 1950 se creó la Comisión Popular Argentina para la Repatriación de los Restos de Rosas, que presidió el Dr. David Uriburu, siendo Secretario general de la misma, mi padre. Integraban esa Comisión: el Almirante León Scasso, Carlos Ibarguren, José María Rosa, Ernesto Palacio, Horacio de León Belloc, Enrique Ariotti, entre los que me acuerdo. Realizaron intensas gestiones ante Perón y no consiguieron absolutamente nada. Es más: un amigo de Perón, y que era en ese años Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, el Coronel Bartolomé Descalzo, descalificó a Rosas en una publicación oficial, lo que llevó a mi padre a enviarle una carta muy contundente y solicitar un Tribunal de Honor, por las falsedades expuestas en su pronunciamiento. Jamás Descalzo hubiera hecho algo, sin la anuencia de Perón y mucho más cuando presidía una institución oficial”.[8]

Que Perón no apoyó al revisionismo es un hecho sobradamente demostrado, incluso reconocido por el propio líder justicialista, confesando a Tulio Jacovella (en entrevista realizada en 1973) que el revisionismo histórico no había sido parte de sus planes durante sus gobiernos[9]. Hemos mencionado ya la opinión del peronista Hugo Chumbita: “Si bien en la enseñanza y el aparato de difusión hubo una reformulación hacia los valores del folklore y la cultura popular, el elenco de próceres “oficiales” no fue cuestionado en forma visible (…) Fue después de su derrocamiento cuando Perón manifestó públicamente sus convicciones sobre el debate histórico argentino”. 
Otro peronista, Fermín Chávez, consultado al respecto de este asunto, en un reportaje en la revista “Crisis” en 1975, respondió: “El grueso de la conducción del peronismo fue liberal, y uno de los temas tabú fue, precisamente, el revisionismo histórico. Existieron intentos aislados de apoyo, porque había algunas personas con cierto grado de poder que podían amparar o cobijar este tipo de cosas; el grueso no… Una vez, por ejemplo, le planteamos el tema a Eva Perón, y ella nos dijo: ?Muchachos, yo estoy de acuerdo con ustedes, pero si planteamos este tema en este momento dividimos al peronismo. ¡Y tenía razón! No hay que olvidar que Perón mismo era un hombre que provenía del Colegio Militar liberal, donde le habían enseñado -como a todo el Ejército Argentino- cuáles eran los próceres del Olimpo oficial”.

José María Rosa reconoce que no recibieron ningún apoyo oficial de parte del peronismo en sus primeros gobiernos y, como señala el Dr. Caponnetto, “los cargos en la Academia Nacional de Historia como los premios y apoyos oficiales a las producciones historiográficas, no recayeron nunca en destinatarios revisionistas, conservándose cuidadosamente todo el ritual de la efemeridografia liberal”.[10] Vicente Sierra, revisionista convertido al peronismo, recrimina a aquellos peronistas que tienen como próceres a los representantes del liberalismo. En una conferencia dictada en 1949, viendo que las cosas permanecían igual, hizo el siguiente señalamiento: 
¨La Revolución… no puede apoyarse en los mismos juicios históricos que se apoyaba el régimen liberal derribado (…) el revisionismo es un hecho implícito con la Revolución, aun cuando los propios revolucionarios (….) quieren postergarla (…)”.[11] En comentario a una obra de Quattrocchi-Woisson, el propio Oscar Sulé –por quién tengo gran respeto-, reconoce el antirosismo de la primera década peronista.[12]

Desde luego, el “Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas” -de precarios recursos, que sobrevivía a duras penas gracias al aporte de sus miembros- no solo jamás fue auxiliado por el régimen peronista sino que hizo todo lo posible por silenciarlo, primeramente a través del Instituto Sanmartiniano y de la Academia Nacional de Historia
En 1948, a través de la editorial del número 13 de su Revista (p. 3-4), el instituto rosista lamentaba que: 
“Los hombres de la escuela revisionista no han tenido en este ultimo tiempo donde exponer sus ideas (…) cercados por una inaudita conspiración periodística (….) las actividades de nuestro instituto fueron cuidadosamente silenciadas (…) no faltaron zopencos que infiltrados en el partido gobernante y hasta ocupando altas posiciones rentadas, les hirvieron el juego, introduciendo un confusionismo pernicioso”, advirtiendo seguidamente que las similitudes que algunos creen ver entre rosismo y peronismo “son mas aparentes que reales”. 
Pero en rigor, Perón ya había adelantado su pensamiento sobre el jefe de la Confederación Argentina, cuando en diciembre de 1945, ante algunos disturbios de ciertos nacionalistas, calificó a éstos de «sujetos irresponsables que al grito de “Viva Rosas” escudan su indignidad para sembrar la alarma y la confusión en distintos actos cívicos que se desarrollan normalmente (…) no pueden integrar las filas de ninguna fuerza política argentina».[13]

Ejemplos probatorios del no rosismo o antirosismo de Perón, abundan; como así también del nulo apoyo otorgado al revisionismo histórico. Imposible mencionarlos todos en un solo escrito. Estamos convencidos de que lo referido hasta el momento debería resultar más que suficiente para el esclarecimiento final de esta cuestión. 
No obstante, el A. insiste, trayéndonos al finalizar su nota:
las leyes 20.769 y 20.770, que disponían, respectivamente, “la repatriación de los restos del ex gobernador de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas” 
y la conmemoración oficial del Día de la Soberanía (20 de noviembre). 
A esto, comencemos advirtiendo que ambas fueron sancionadas en 1974; es decir, Perón tuvo que estar muerto o a punto de morir para hacer algún guiño al Restaurador (la primera ley fue sancionada en septiembre de 1974). 
Digamos por lo pronto, además, que quién consuma la señalada repatriación fue Carlos Saúl Menem, apenas iniciado su gobierno (1989; Perón no lo gestionó en 10 años). La pregunta que sigue es la siguiente: ¿podremos inferir de ello que Menem era rosista? (recordemos asimismo que éste otorga al Instituto Rosas la categoría de instituto oficial, donando además la vistosa sede que ocupa actualmente). 
Luego, el 3 de noviembre de 2010 Cristina Fernández de Kirchner declara al “Día de la Soberanía” como feriado nacional. ¿Era Cristina rosista? Por supuesto que no, nos dirán: al igual que el riojano, ésta fue una oportunista y una demagógica. Bien, lo mismo le cabe en justicia a Juan D. Perón. Pero el agravante en éste último es que se consideraba “nacionalista” o “patriota” y que, además, ofreció a través de los años un sinnúmero de pruebas que lo confirman si no como enemigo de Juan Manuel de Rosas y del revisionismo histórico, como alguien al que le fue totalmente indiferente su suerte.

El revisionismo histórico jamás fue siquiera un momento en Perón. Lo que hace desde el exilio, como señala el profesor Caponnetto, es “ampliar su plurimorfismo ideólogico”, que nada tenía que ver con el revisionismo histórico argentino originario. Lo que hace es desontologizar su identidad, sumergirlo en marxismo y ponerlo al servicio de su “operativo retorno”. Y para ello, toma 
“el populismo maniqueo de Rosa, el historicismo de Chávez, el materialismo de Hernández Arregui y de Artesano, el marxismo de Cooke, el clasismo de Ortega Peña y Duhalde y el socialismo nacional de Ramos o de Puiggrós…”.[14] 
El apoyo irrestricto del marxismo internacional y las guerrillas a su causa, será luego respondida por Perón con públicos encomios y, a su vuelta, entre otras cosas, con la entrega de las universidades nacionales y de sus editoriales (a cargo de Jauretche, Puiggrós y Lupo, publicando bajo su regencia 140.000 títulos marxistas). 
A estos tergiversadores y seudo revisionistas respondieron en su momento (además de Julio Meinvielle y Jordán Bruno Genta), entre otros, Vicente Sierra (a Puiggrós), Leonardo Castellani (a Abelardo Ramos), De Paoli (a José María Rosa, por su viraje hacia el marxismo), Juan Pablo Oliver (a Fermín Chávez y Ortega Peña-Duhalde) y Zuleta Álvarez (señalando las falencias de la denominada izquierda nacional). Mientras, Arregui, uno de los referentes de esta novedosa línea historiográfica marxista-peronista, pretendía descalificar a los revisionistas llamándolos “intelectuales católicos, tomistas, aristocratizantes, antidemocráticos y anticomunistas”.[15]

Resulta interesante reparar en algo que hemos señalado anteriormente -y que señala a su vez Caponnetto, comentando el parecer del historiador Luis Alberto Romero – acerca de la “transfiguración del revisionismo” de fines de la década del 50: «En conjunto –y salvo alguna excepción- puede decirse de ellos (nda: los marxistas-peronistas) que forjaron ”conclusiones esquemáticas y prejuiciosas”, acomodando a veces los hechos del pasado a sus ideas del presente, adecuando sus prédicas a los tópicos del marxismo entonces corrientes, y presentando un Rosas remozado, con caracteres del líder antiimperialista, cuando no desplazando su figura por la de otros caudillos provinciales cuya asimilación al nuevo perfil les resultaba más sencilla».[16]
A modo de conclusión, hacemos nuestras las palabras del precitado profesor: 
“(el revisionismo, con Perón) Fue silenciado y omitido, eso es todo, y no contó con la aprobación de los especialistas en signos de los tiempos, que avizoraban entonces el triunfo de las patrias socialistas. El nuevo revisionismo usurpó el lugar del anterior, se infiltró en sus filas, copió sus hábitos puramente externos, se mimetizó con su público, capitalizó subrepticiamente sus logros y arrebató sus banderas, modificándolas poco a poco. No fue una casualidad ni un hecho fortuito. Fue el programa del marxismo en su faz “nacional y popular”, como lo fue inocularse en la Iglesia, en las Fuerzas Armadas, en la Universidad y en los movimientos nacionalistas (…)”.[17]

Y en fin, esto es cuanto por el momento puedo responderle al Sr. Addissi y a todos aquellos que pretenden emparentar la gloriosa figura del Restaurador con la de Perón. 
Sintetizando, pues: Perón nunca fue rosista y jamás apoyó al revisionismo histórico. Sí fue, en cambio, confeso admirador del panteón liberal, primero, y del marxista latinoamericano después. Finalizo con las palabras de don Juan Manuel de Rosas que todo nacionalista debería hacer propias: “no soy de partido alguno sino de la Patria…”.
Cristián Rodrigo Iturralde - 5 de diciembre 2018
NOTAS:
[2] “Los males de la memoria”, Buenos Aires, Emece, 1995, p. 223. En la página de “Facebook” de Addissi, en el apartado donde se discutía esta cuestión, se mencionó el dato de que en la Ciudad Estudiantil (creada por Perón), al que estudiantes de distintas escuelas podían acudir luego de su jornada, habría habido una materia llamada “revisionismo histórico”. Al parecer, y sin ofrecer mayores precisiones, esto ha confirmado por algunos de sus ex alumnos, pero no hemos tenido acceso a algún documento donde conste aquello. Y aún suponiendo que éste exista y se encuentre, esto no cambiaría en en absoluto cuanto decimos, puesto que el revisionismo histórico debería haber sido aceptado y enseñado oficialmente en todos los niveles educativos. El testimonio audiovisual mencionado puede consultarse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=6jC-VsTTbFo.
[3] “(…) Volviendo a nuestra común manera de pensar con respecto al desgraciado del peludo, que desgraciadamente para el país le llaman presidente cuando debía ser un anónimo chusma, como realmente lo es te contaré su última hazaña, propia de un cerebro desequilibrado, de un corazón marchito por que en él no se hace presente un solo átomo de vergüenza ni de dignidad, porque solo un anarquista falso y antipatriota puede atentar, como atenta hoy este canalla contra las instituciones más sagradas del país, como es el Ejército, [ilegible] con la política baja y rastrera, minando infamemente un organismo puro y virilmente cimentado que ayer fuera la admiración de Sud América cuando contaba con un presidente que era su jefe supremo y que tenía la talla moral de un Mitre o un Sarmiento, cuando la disciplina era más fuerte y más dura que el hierro, porque desde su generalísimo hasta el último soldado eran verdaderos argentinos amantes de su honor, de la justicia y el deber y que llevaban el sagrado lema de los hombres bien nacidos “Seamos fuertes y unidos para servir a la Patria”.
[4] Carta de Perón, Santiago de Chile, 21/8/36. Cit. por Enrique Pavón Pereyra, Perón (1895-1942), Buenos Aires, Espiño, 1953, p. 153-154. Lo de ¨obra maestra¨ dirigido al trabajo de Mitre aparece en otra carta del 18/1/50, citada por Pereyra en obra mencionada. Con respecto al deseo de Perón ser el Mitre del presente siglo, se encuentra consignado en Pereyra, misma obra, p. 171. Los datos los hemos recogido de la obra del Dr. Antonio Caponnetto, “Los críticos del revisionismo histórico” (tomo I), Buenos Aires, Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, 1998, p. 24, nota 7.
[5] En Marcelo Gullo, “Perón, teniente rosista y presidente sanmartiniano” (artículo). No se consigna fecha. Cfr.https://www.marcelogullo.com/peron-teniente-rosista-y-presidente-sanmartiniano-la-confirmacion-del-revisionismo-historico-como-movimiento-popular-nacional-y-federalista/?fbclid=IwAR3qCneZoWxfJuTLPVgGAEujlOCIjIbLRuxBdpvaOQU2ci72XbtmXxjEUdI. Al parecer, este largo artículo fue luego publicado en el capítulo 9 del libro de Pacho O´Donnel. “La otra historia. El revisionismo nacional, popular y federalista”, Buenos Aires, Ed. Ariel, 2012. Desde allí, Gullo hace lo imposible por sindicar a Perón como rosista, recurriendo básicamente a algunas pocas expresiones del líder justicialista desde el exilio.
[6] En Pablo Hernández, “Conversaciones con José María Rosa”, Buenos Aires, Fabro, 2008, p.127.
[7] “El Manual del Peronista” (2 edición, 1954, página 386).
[8] Expresado por Olmos Gaona en reciente debate sobre el asunto en la red social “Facebook”, en la página de Federico Gastón Addissi.
[9] Cita en Marcelo Gullo, Ob. Cit.
[10] Ob. Cit., p. 25.
[11] Vicente Sierra, “Revisionismo Histórico”. Conferencia pronunciada el 19 de octubre de 1949. En Antonio Caponnetto, Ob. Cit., pp. 25-26.
[12] En “Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas”, n. 43, Buenos Aires, 1996, p.133 y 146.
[13] Ibíd., p. 24.
[14] Ibíd., p. 301.
[15] Ibíd., p. 105. En la nota 63, Caponnetto cita las fuentes donde pueden consultarse esta disputas entre revisionistas clásicos y marxistas-peronistas.
[16] Ibíd., p. 123.
[17] Ibíd., p. 125.
Juan Domingo Perón
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Fuentes:
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
https://es.wikipedia.org/wiki/Revisionismo_hist%C3%B3rico_en_Argentina

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